Cuando el pez chico se come al grande
“Cada vez que me enfrento a Predrag Spasic, le marco dos goles”. Esta frase, que podría sonar presuntuosa, en realidad fue un aviso de lo que estaba por suceder. La pronunció otro Predrag, Juric, días antes de que su entonces equipo, el Real Burgos, recibiera al Real Madrid.
La cita era especial. La ciudad de Burgos respiraba un ambiente de ilusión futbolística, con un equipo recién llegado a la Primera División pero que había comenzado la temporada generando altas expectativas. Era octavo en la tabla y acababa de arrancar un punto del Calderón tras un empate sin goles.
Por su parte, el Real Madrid llegaba a tierras castellanas tras endosarle un 9-1 al Tirol Innsbruck en la ida de los octavos de final de la Copa de Europa.
La expectación de los aficionados a la llegada de la expedición blanca fue máxima y los alrededores del hotel de concentración de los merengues se convirtieron en un hervidero de seguidores que buscaban la foto o el autógrafo de sus ídolos.
Y así llegó la hora del partido. Domingo, 28 de octubre de 1990, El Plantío lleno hasta la bandera y como testigos de lo que allí sucediera las cámaras de Canal+.
Nuestros dos protagonistas, Juric y Spasic estaban en el césped. Uno con el nueve a su espalda. El otro, con el tres, en una posición extraña para él; lateral izquierdo.
Los primeros compases del partido sorprendieron. El Real Burgos salió valiente e inquietó en alguna ocasión el portal de Paco Buyo. Nada realmente serio pero sí lo suficiente como para enardecer los ánimos de los aficionados.
A Spasic no se lo notaba nada cómodo en su nueva posición. En ataque se atrevió con una galopada por su banda culminada con un centro-chut que no fue ni lo uno, ni lo otro. Y en defensa se vio involucrado en dos jugadas que levantaron las protestas de la afición burgalesa pidiendo penalti. Ninguna de ellas lo fue pero los dos Predrag ya se habían visto las caras.
Así acabó la primera parte. Con un Real Burgos dominador pero dando la sensación de que notarían el cansancio en la segunda parte.
Tras la reanudación no se hizo esperar el golpe de mano madridista. Después de un aviso, con cabezazo de Hierro al larguero, llegó el gol. Centro al corazón del área de Chendo y remate en semifallo de Hugo Sánchez. Desde esa distancia el mejicano era implacable. Lo de menos era cómo, el caso es que siempre lograba marcar. Cero a uno y la lógica parecía empezar a imponerse. El pez grande se comía al chico.
Pero esta vez la historia iba a ser diferente. Lejos de amilanarse, el Real Burgos recuperó la posesión y el dominio del juego. Poco a poco se hizo dueño y señor del partido. Y Juric apareció.
Un cabezazo del nueve burgalés impactó en el larguero en una jugada que había sido erróneamente invalidada por el árbitro, Urío Velázquez. Pero fue un primer aviso, serio, para el Real Madrid y en particular para Spasic.
Sin tiempo para que el Real Madrid se rearmara tras el susto, un medido pase entre líneas de Ayúcar lo aprovechó Balint para, en carrera y ante la salida de Buyo, tocar lo justo para mover el balón al centro del área pequeña. Allí apareció Predrag Juric. A placer y pese a los esfuerzos de Hierro por evitarlo, acababa de marcar el empate. Minuto 68.
El delirio en las gradas era máximo. Y Spasic miró a Juric como queriendo recordar algún enfrentamiento previo entre ambos.
Lo cierto es que no quedaba mucho de partido y el cansancio era evidente en el bloque castellano. Pero la falta de ideas de los de Toshack hacía que el encuentro siguiera vivo. Hasta el minuto 89.
Entonces Ayúcar pescó un balón en campo burgalés. Las fuerzas para correr flaqueaban así que decidió inventar un pase por alto buscando la carrera de Predrag Juric. El balón botó frente a él una vez y sin dar tiempo a una segunda ocasión, el balcánico empalmó un zurdazo en forma de globo desde 20 metros. El público enmudeció. Y fue entonces, en el momento en el que el balón estaba en lo más alto del cielo burgalés, cuando Spasic se acordó de algo: “cada vez que me enfrento a Predrag Juric, me marca dos goles”.
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