Muchos han sido los partidos de fútbol a lo largo de la historia, muchos los jugadores, muchos los goles. Ha habido equipos míticos, partidos históricos, jugadores grandiosos, maneras de ganar sublimes y de perder mucho mas aún. Por eso el fútbol mueve pasiones a lo largo y
ancho del mundo.
Al inicio de la década de los 50 se dieron lugar en el viejo continente una serie de partidos amistosos. Los equipos del bloque comunista eran todo un acontecimiento cuando viajaban a la Europa
occidental y como máxima estrella de aquel ir y venir equipos del “telón de acero” estaba el conjunto húngaro, máquina perfectamente engrasada llena de técnica y precisión. A principio de los 50 y con la presión de la Unión Soviética, nace una espléndida generación de jugadores húngaros.
Aquella magnífica selección encadenó una serie de resultados prácticamente irrepetibles, 49 partidos jugados, 42 victorias, 6 empates y una sola derrota. El lunar histórico es que esa derrota se produjo en la final del campeonato mundial del 54, ante Alemania en el Wankdorf Stadion de Berna. Pero fue un accidente, de hecho Hungría seguía aplastando rivales a su paso, mientras los alemanes seguían
vomitando y sufriendo hepatitis e icteria por lo que quiera que llevasen las jeringuillas encontradas tras la final en el vestuario por Walter Bronnimann delegado del estadio.
El emerger del llamado futbol socialista revolucionó un mundo dominado por la WM inglesa. Hacía gala la selección magyar de un cuadro impresionante, casi tenían un jugador por puesto entre los
mejores del planeta, en parte gracias a su entrenador Gusztav Sebes, un visionario que adiestraba a el equipo como nadie había visto jamás.
Sebes no era un preparador al uso, mas bien era un comisario general del deporte húngaro, que reestructuró el fútbol húngaro en torno a la selección nacional. Todos y cada uno de los jugadores debían vivir en la capital Budapest, y jugar en algunos de sus equipos, Kispest, Ferencvaros, MTK o Vasas. Jornadas intensivas de entrenamientos de 4 o 6 horas diarias hasta alcanzar la precisión de cirujanos, y regresar a sus clubes para jugar los fines de semana la jornada liguera.
Durísimos entrenos físicos, estrategia a balón parado, movimientos preconcebidos, etc. Los húngaros mágicos iban 10 o 15 años adelantados a su tiempo.
Contaba con jugadores de primer nivel como Ferenc Puskas el mejor goleador del siglo XX (84 goles en 85 partidos internacionales), el remate de cabeza del gran Sandor Kocsis, el regate de Zoltan Czibor. En definitiva un sUper equipo inspiración del fútbol de ataque actual.
Con este equipo y este estilo, los húngaros se imponen en los Juegos Olímpicos del 52, tras derrotar al gran equipo yugoslavo y pasearse durante el resto del torneo. Los húngaros llevaban ya una racha de tres años sin perder y su fama empezaba a tener tintes legendarios cuando la historia les lleva a Wembley en una gris tarde de noviembre.
25 de noviembre, Wembley Stadion, 1953.
La siempre arrogante Federacion Inglesa reta al equipo magyar a jugar un partido en el hasta entonces inexpugnable feudo británico. El equipo inglés presentaba un elenco de rutilantes estrellas del momento. Stanley Matthews, Stan Mortensen, Billy Wright, Alf Ramsey,Tom Finney, etc. Un equipazo sin duda, pero en el que arreciaban las criticas después del desastroso mundial de Brasil 50.
En aquella gris tarde el equipo húngaro derroto al equipo inglés, y vaya si lo derroto. Un ciclón sacudió los cimientos de la vieja catedral de las torres gemelas, desde el primer minuto cuando anotaron el 0-1 merced a un maravilloso amague de Hidegkuti seguido de un cañonazo al ángulo. El cuadro magyar vence por un apabullante 3-6 a pesar de un arbitraje compasivo. Ya no había dudas de quien era el mejor equipo del mundo. La culminación de la magistral lección fue el primer gol de Puskas, recibiendo el balón en la esquina del área pequeña pisando y burlando al llamado mejor central de la época Billy Wright y con la misma pierna sacando un zurdazo a la escuadra. El
diario inglés The Times tituló a toda página “The match of the century” los demás partidos del siglo desde entonces una docena por año, han sido viles falsificaciones. El viaje de vuelta a Hungría
desde la estación de Victoria fue apoteósico. Holanda, Suiza, en cada estación era una fiesta, agasajos, flores, autógrafos, etc. Europa los amaba.
Hungría jugó algunos partidos mas, 2-4 a los escoceses en Hampden Park y 6-0 a los brasileños de Garrincha y Nilton Santos en Budapest. Los ingleses heridos en su orgullo pidieron jugar la revancha esta vez en el Nepstadion de Budapest, la guarida del lobo. Aquello fue de todo menos una revancha, 7-1, trece goles en dos partidos al os inventores del juego terminaron de hundir a la selección de los tres leones. Sin ninguna duda un equipo de fútbol legendario, si nos fijamos en el fútbol actual, resultadista, cicatero e incluso insulso, con mas valor si cabe el de estos mágicos húngaros que cambiaron la historia del fútbol un tarde gris allá por el 53.
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