Victorio Casa, el gol del manco
Victorio Francisco Casa (Mar de Plata, Argentina, 28 de octubre de 1943)
Un 11 de abril de 1965, Victorio que jugaba y brillaba en la primera de San Lorenzo y apuntaba para figura del fútbol argentino estacionó su vehículo frente al edificio del E.S.M.A (Escuela de la Mecánica de la Armada). El Fiat 600 que conducía se metió por la calle equivocada y al aparcar el auto. Un guardia aturdido por el hecho dio el alto al jugador, y ante la nula respuesta de Victorio le disparo unas ráfagas.
sentí el ruido de una ametralladora
En principio se temió por su vida, pero por suerte solo le tuvieron de amputar el brazo derecho. Ya nada nunca seria igual, pero el pibe a los 35 días pisaba de nuevo una cancha.
Empezó su carrera en su Mar de Plata natal, dando sus primeros pasos en el deportivo norte por entonces en la segunda Argentina. A los 18 años firma por San Lorenzo, con sus gambetas, amagues y desbordes se metió pronto en el bolsillo a la gradería de Boedo. Forma parte de los “carasucias”, uno de los equipos mas grandes de la historia del ciclón. Junto con el “Loco” Doval, el “Bambino” Veira, Roberto Telch y Arean, integró aquel cuadrazo que lleno de magia las noches del viejo Gasómetro.
Entre 1962 y 1966 Casa jugó 72 partidos anotando 5 goles uno de ellos en el clásico con Huracán. el fútbol lo adoptó como el “manco” y él se identificó. Siempre dijo jugar con un solo brazo como con los dos.
a los defensas siempre les costaba marcarme, pero cuando les gambeteaba decían: manco hijo de puta
Su normal bajón de rendimiento le abre las puertas de San Lorenzo. En el 67 ficha por Platense y tiempo después prueba en la liga norte americana en Whasington Whips volviéndose a casa para jugar en Quilmes y retirarse en Loma Negra de Olabarría.
El ejército argentino después del tiempo asumió su error en el incidente del E.S.M.A, Victorio nunca tuvo interés en buscar responsables del hecho que condicionó su vida. ¿Que hubiera sido del pibe que irrumpió en primera ganándose el cariño de los aficionados?, ¿y si nunca hubiera existido aquella trágica noche?
Gambeteó hasta que pudo y se fue, con el orgullo de ser parte de un San Lorenzo único y de quedar en la memoria de las mágicas noches del barrio de Boedo.
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